Horror en desierto: la historia

Iniciado por Eye del Cul, Noviembre 03, 2005, 02:57:02 AM

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Eye del Cul

En el 2003 -si no recuerdo mal, vamos-, presenté un mapa al cuarto torneo de mapas de Cabro, llamado "Horror en el Desierto". Y no es que me preocupe demasiado por poner argumento a mis mapas; al fin y al cabo, cuando alguien se baja un WAD, lo hace con idea de ponerse a matar bichos, y no de quedarse leyendo. Pero bueno, a veces uno está inspirado y dice, "¿por qué no?".
Y eso me pasó con el "Horror en el Desierto", para el que redacté la siguiente introducción:


"A todo esplendor le sigue inexorablemente la decadencia, han dicho los sabios desde los primeros tiempos... Por ello, cuando finalmente llegó el colapso de la Tecnocracia, después de cinco décadas de guerra, muy pocos se sorprendieron; la mayoría de los que sufrieron la hecatombe lo había asumido mucho tiempo atrás como un desenlace inevitable, y muchedumbres enteras se dejaron matar con estólido fatalismo. Sólo una minoría llegó a creer que aquel horrendo acto final de la civilización pudo evitarse; pero fueron tiempos enloquecidos, en los que la disidencia no era tolerada, y estas gentes ilustradas languidecieron en las cárceles, murieron en horcas y paredones, o simplemente desaparecieron.

Y sin embargo, hubo una época dorada en la que el ciudadano común vivía feliz y despreocupado. En que bastaba girar una manija para conseguir agua, hablar por una máquina para obtener comida, y sentarse en un sillón para vivir experiencias nuevas. Es cierto que ya por entonces todos los sueños utópicos habían muerto, pero el progreso tecnólogico parecía capaz de lograrlo todo, y la vida resultaba cómoda y estimulante como nunca antes. Aún hay muchas personas que recuerdan con añoranza aquellos días de opulencia, de gasto desenfadado, en los que aún era posible exigir algo de calidad al alimento que se consumía; y se les ve lagrimear cuando rememoran los rutilantes letreros de neón, las fiestas nocturnas y el sexo fácil, los autos que corrían veloces por las avenidas de las grandes ciudades, y las casas lujosas con bellos jardines... Era un mundo que existía para el placer, en el que todo se
reducía a "vivir al máximo". Y a muy pocos les importaba que metrópolis como Berlín o Jerusalén se ahogaran en sus propios humos, o que todas las urbes en el curso del Dniéper hubiesen tenido que ser desalojadas a causa de los vapores malsanos que emanaban del río.

 Aquel modo de vida requería una cantidad ingente de materias primas. Se necesitaba petróleo para mover los motores, gas natural y uranio para las centrales energéticas, hierro y carbón para las acerías, agua para la agricultura... Pero si bien los deseos son infinitos y la avaricia nunca se sacia, la Tierra, por desgracia, tiene sus límites. Y cuando llegaron los primeros síntomas de escasez, y se adivinaron las vacas flacas entre tanta riqueza, la armonía entre las naciones se rompió, y comenzaron a competir entre ellas por los valiosos recursos. El imperialismo económico dio paso a enfrentamientos bélicos esporádicos, a medida que se agravaba la carestía; y finalmente se llegó a la guerra sin cuartel. La civilización se resquebrajó en un caos de facciones y alianzas fugaces, sumidas en una lucha fratricida que amenazaba con volverse interminable... Para entonces, hacía ya mucho tiempo que los
ciudadanos habían renunciado a la libertad política y se habían entregado en cuerpo y alma a sus respectivos líderes, que en aquel ambiente turbulento debían "garantizar su seguridad" y "combatir al enemigo".

Pero cuando las bombas chinas redujeron Nueva York a un montón informe de escombros humeantes, algunos intuyeron que el fin se acercaba. Los pocos que aún conservaban lúcida su inteligencia se estremecieron de horror cuando vieron los hongos atómicos elevarse sobre Moscú y Teherán; cuando las nubes de gas mostaza asolaron Inglaterra y no hubieron suficientes manos para enterrar a los muertos; cuando el ébola convirtió a la sana y hermosa gente de California en un pueblo de engendros sangrantes; cuando, mañana y tarde, manaban densas columnas de humo pestilente de los crematorios instalados en
Orán; cuando los funcionarios coreanos dedicaban jornadas interminables a apilar calaveras en sus cementerios; cuando los agentes norteamericanos envenenaron las aguas potables de Shangai, y nadie fue capaz de contar las víctimas; o cuando el ejército polaco hizo de Ucrania un mar de cenizas...

Y de hecho, la guerra se agotó a sí misma. No quedaron combatientes, ni
naciones que defender. Nadie para dirigir, nadie para planificar, y pocos
capaces de trabajar. Sólo un mundo muerto, repleto de ruinas retorcidas y páramos radioactivos, en el que algunos supervivientes trataban de salir
adelante...

                                             *             *            *

Ahora han pasado los años, y ha nacido una nueva generación, y el holocausto que marcó el final de la Tecnocracia pronto dejará de ser un recuerdo para convertirse en leyenda. Pero aún perviven algunas de las pesadillas que destruyeron el viejo mundo. Cientos de minas antipersona que esperan silenciosas el momento de ser activadas; silos atómicos en los que los misiles se corroen, hasta que su carga mortífera quede libre y se extienda como una peste por campos y montañas...

Y sin embargo, hay un horror que nunca debería haber existido, concebido en plena demencia bélica. Un complejo que se yergue escondido en la soledad del desierto libio, en el que se llevaron a cabo experimentos innombrables... En el que, mediante la manipulación genética, un grupo enajenado de científicos dio vida a una multitud de seres nefandos; los candidatos a ser los soldados del futuro, criaturas que podían hacer de un hombre un amasijo palpitante con estremecedora facilidad. Sin embargo, llegaron demasiado tarde para combatir; y quizá las instalaciones fueron evacuadas, o tal vez se adueñaron ellos mismos de ellas. Lo cierto es que el mundo los ha olvidado, y ahora se reproducen; un cáncer en sus inicios, pero que en un porvenir lejano puede traer incontables calamidades.

Ahmad Zuhairi, que un día fue agente del servicio de inteligencia sirio, lo
sabe. Estuvo estudiando los informes y documentos que aludían a aquella nueva blasfemia que medraba en el Sáhara, poco antes de que las bombas incendiarias devoraran los archivos en Damasco. Bien, la guerra por fin ha terminado... Y hoy, él es con certeza el único hombre que conoce con precisión la existencia de esa amenaza. Si alguien puede hacer algo, es él...

Y éste es el pensamiento que le da fuerzas cuando, a la vista de los edificios herrumbrosos que forman el complejo, el miedo atenaza su cuerpo y convierte su estómago en una bola de plomo. Está solo, pues los beduinos que le han guiado hasta allí se han negado a ayudarle... Ni siquiera han querido acercarse a lo que ellos consideran un "lugar maldito"; le esperarán hasta la caída de la noche, tensos, aferrados a sus viejos kalasnikov, susurrando a ratos entre ellos, y rezando a Dios clemente y misericordioso por la suerte de Ahmad. Y así, algunos intentan reconfortarse con citas del Corán apenas murmuradas, mientras los camellos observan con temor las torres desmedradas que se alzan
en la distancia, y quisieran esconderse bajo la arena.

De repente resuena desde el interior del recinto un aullido que no es humano ni animal, y la quietud desolada del desierto se estremece.
De nuevo, el silencio.
Y Ahmad, aterrado, empuña su pistola automática; le será mucho más útil que un fusil en los pasillos claustrofóbicos del antiguo complejo, o eso cree...
"Bien, alguien debe hacerlo..."

Cruza la entrada, y deja atrás la puerta en la que un cartel oxidado comunica en árabe, inglés y alemán la presencia en una "zona militar". Hay un patio polvoriento flanqueado por dos edificaciones de aspecto siniestro; y en el centro, una balsa de aguas fétidas.

¿Un gruñido, o sólo ha sido la brisa?
Parece que algo se ha movido.
Ahmad mira a su alrededor y distingue una silueta que avanza con disimulo.

Bien, ahora ya no hay tiempo para pensar...
"
«Porque buscar a alguien patético en Internet es como buscar caballos en un establo: encontrarás alguno, seguramente» -- Phobos Anomaly

Karnizero

Muy buén relato...

Te me has adelantado, eyedelcul, que yo también estoy escribiendo una cosilla....

Dwayne Hicks

Ohhhh! Que chulada!
Recuerdo que me le la lei y me gusto mucho si.
A mi me gusta mucho leer historias de estas, y esta en particular me encato.
La encontre dentro del archivo que siempre adjuntas a tus wads, y no me esperaba encontrarla!  :wink:

Gracias por poner interes en Fan Fiction!  :P
Cuidate.

Dwayne Hicks

Porcierto, has olvidado la encuesta!

MasterSatan

Cita de: "Deimos Anomaly"Porcierto, has olvidado la encuesta!

noooo..............  :P  ase tiempo, acordamos no aser encuestas a Cualquier tema que se nos de la gana XD

Basta con las opiniones.....  ya que las encuestas suelen ser muy Cerradas.

Dwayne Hicks

Cita de: "MasterSatan"
Cita de: "Deimos Anomaly"Porcierto, has olvidado la encuesta!

noooo..............  :P  ase tiempo, acordamos no aser encuestas a Cualquier tema que se nos de la gana XD

Basta con las opiniones.....  ya que las encuestas suelen ser muy Cerradas.

Almenos las historias deben ir con encuesta, son las relgas que puse (con autorizacion de Eye).

MasterSatan

:P Ops.. no me avia dado cuenta!!!

Perdon.. :agg:

Dwayne Hicks

Cita de: "MasterSatan":P Ops.. no me avia dado cuenta!!!

Perdon.. :agg:

Tranquilo  :wink:

AK-001

¡Vaya! Está muy bien escrita, muy buena prosa. Ya me dieron ganas de probar tu mapa.

......

La verdad que muy buena, muy bien escrita.